Desde hace pocos años, la mayoría de controladores gráficos para Linux son libres y vienen de serie en el núcleo del sistema. Esto tiene grandes ventajas pero acarrea un inconveniente: la lentitud de los ciclos en Linux con respecto al mundo de las tarjeta gráficas. Cuando aparece un nuevo modelo, el fabricante actualiza el controlador en el kernel. Unas semanas después se publica dicha versión del núcleo y durante las siguientes semanas o meses, las distros van adoptando esa versión. En la mayoría de casos, las distros mantienen la misma versión durante meses o incluso años. En ese ciclo ha dado tiempo a que salgan multitud de modelos de tarjetas gráficas que no tendrán soporte en esas distros.